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DE PERMISOS Y OTRAS YERBAS

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  Juega a que no ve, ignora lo que pasa. Si lo viera, debería hacer algo y está claro que no quiere o no puede. Es mucho compromiso, tal vez prefiere seguir su vida sin complicaciones innecesarias, sin mirar al costado. Demasiados problemas tiene para hacerse cargo de dramas ajenos. Con qué necesidad.      En mis pensamientos no te veo ni escucho,  mas bien tu quejido se oye como un ruido lejano, disuelto entre el bullicio de la calle y el tráfico de los autos. Casi no se de vos, ni quiero enterarme demasiado. Te llamo porque hay que hacerlo, se supone que madre e hija deben comunicarse, qué dirían los demás si no lo hiciera. ¿Quiero realmente decirte algo, contarte lo que me pasa? Te he dicho a veces que no tengo con quien hablar, que sólo lo hago con vos, pero no es cierto. Es difícil ser tan tajante y bastante inverosímil por cierto. Las palabras se las lleva el viento, después nadie sabrá lo que dije ni me pedirá cuentas, nadie se acordará de las promesas y decires y todo lo dich

AMAR

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          La historia que contaré es la pura verdad aunque, teniendo en cuenta que soy arte y parte de ella, tal vez ficcione un poco con lo sucedido. Que mas da. Sólo me interesa divulgar algunos detalles de la vida de esta pequeña perrita de sonrisa eterna y ánimo juguetón, que llegó a nuestro improvisado refugio hogareño por puro azar, antes de que la idea de una fundación animal tomara forma. No miro demasiado las publicaciones que estallan las redes, un poco por el hartazgo que producen y otro tanto por la  jerarquización de mi tiempo, a la cual he llegado mediante un meticuloso plan de ordenamiento de prioridades, responsabilidades y colaboraciones en las que he elegido estar. Siendo inusual que me entere lo que circula por los medios, salvo lo de público conocimiento, ando por la vida un poco más resguardada del epicentro de noticias catastróficas que se suceden.             Un día hojeaba rápidamente algunos mensajes a vuelo de pájaro, y me entero de que una mujer tenía una pe

EL MIEDO EN EL AIRE

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       La imagen en blanco y negro remite a nostalgia, incertidumbre, congoja incluso. Difícil ilustrar el terror que circula por las calles de esta ciudad de la  cual ya no nos sentimos parte. Tantas palabras se apresuran a salir del pecho oprimido, que esas voces desesperadas colapsan entre sí, apretadas en el infinito. El mutismo usurpa el lugar del grito que debió ser, pero no pudo. El dolor y la muerte flotan en el aire enrarecido, como una gran nube de cenizas volcánicas, que se pegan a las superficies con determinación. Difícil será regresar a la rutina de los días de trabajo y estudio, de encuentros con amigos, de rondas fraternas, de mates al lado del río. La sangre se estremece a cada instante, temiendo lo peor. ¿Es posible una salida pacífica a este sinsentido? ¿Podremos recuperar nuestros sueños y proyectos truncos por las oleadas de violencia despiadada que surcan cada rincón de Rosario? ¿Podremos circular nuevamente por nuestros recorridos habituales sin temer ser blanco

UN DÍA CUALQUIERA

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                         Comenzar a escribir esta historia no es fácil. Atreverse a hablar implica un acto de valentía, por todo lo que el contexto conlleva. Sin embargo, ha de hacerse de una vez por todas. El punto de arranque de lo que preciso decir fue un día cualquiera -no se sabe al amanecer qué nos deparará una jornada, máxime apenas bajamos los pies de la cama en dirección al baño, nuestra primera obligada estación-. Oí que algunos siguen de largo e ignoran la necesaria toilette, allá ellos. Ha de considerarse en el ejercicio de este acto de libertad el perjuicio que le ocasiona a los demás evitar el decoro y higiene necesarios para convivir amablemente. Está claro que muchos subestiman y hasta ignoran a los seres con los que conviven el desagrado que les puede provocar su pestilencia. Allá ellos también. Señora, tome asiento. Gracias querida, muy atenta. Por favor, faltaba más. Vio usted como está lleno el colectivo y nadie se dignó reparar en su bastón para cederle su asiento

¿NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA?

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                 Hay momentos en que el tiempo parece arder. Se suceden eventos que ponen en jaque las habilidades más extraordinarias, en un periplo inaudito. Son días ajetreados, tortuosos que insisten en complicar la cotidianidad. Me levanto de la cama con dificultad, últimamente me cuesta madrugar, a pesar de ser un hábito viejo y bien instaurado. Recién abro los ojos y desde el minuto cero una pesadez inmensa me tira hacia abajo, al suelo. Como puedo, me arrastro a la ducha, a ver si el agua fría me despabila; algo mejora el panorama, brindándome una satisfacción transitoria y trayendo cierta esperanza en arrancar la jornada con algo de energía. Mejor no pensar en todo lo que me espera, la infinidad de problemas sin resolver de los que me tengo que ocupar, la cantidad de personas conflictivas con las que me cruzaré, el caos del transporte público que me lleva a la ciudad a trabajar a diario. Hay que estar, poner el cuerpo en cada cosa, aunque uno quiera esquivar el batacazo. Segui

CLIMA HOSTIL

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Un montón de cuerpos se reúnen en la parada de colectivos. Tienen formas diferentes: los hay toscos, fornidos, con sobrepeso, deformes, ajados, arrugados, mal nutridos, sucios, despeinados, ansiosos, agotados. Ninguna mirada es alegre, ningún cuerpo es feliz. En un fugaz intento de reflexión, me aborda una pregunta ¿cómo simplificar la vivencia de una situación adversa? ¿cómo afrontarla sin desfallecer? Una sensación de fragilidad insoportable sobreviene y me aplasta. La falta de aire se hace sentir con crudeza, empeora el panorama el clima atípico que azota con su ventarrón la cara, los ojos, los oídos. Siento frío, pero más aún percibo el nerviosismo por la inclemencia de una tormenta inesperada que se armó de repente y no se sabe cuánto puede durar. No llueve, ojalá. De ese modo se aplacarían los remolinos de tierra y hojas que se empecinan en golpear el cuerpo y pegarse a él. En ese estado no se puede pensar, sólo se busca pasar el momento lo mejor posible, esperar, resguardarse

TRAGAR LA ANGUSTIA

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                Lía trató de no preocuparse por el dolor repentino que se instaló en su garganta, otras veces había tenido molestias similares, aunque más leves. De algún modo, se había acostumbrado a sentir  todas las preocupaciones de su ajetreada existencia concentradas en ese sector de su anatomía. Por más que el tiempo transcurrido y las sucesivas consultas con especialistas -más la consecuente ristra de estudios complementarios a los que se había sometido- le habían demostrado que no había patología allí, cada vez que ese dolor invasivo, tenaz y punzante volvía, en un loop interminable, con él sobrevenían nuevas oleadas de angustia que parecían renovarse y ampliar sus orillas. Una vez más debía lidiar con la cara de fastidio del médico  que ni siquiera le sostenía la mirada, hastiado. Otra vez soportar las molestas preguntas de su madre, que repetía el mismo reclamo siempre. Las últimas veces que  había consultado con el médico se había sentido  culposa de  acudir con el mismo sí

A mi madre

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                El caso de mi mamá es atípico, entiendo yo, por algunas circunstancias que pasaré a detallar. Ella es la mayor de tres hermanas mujeres, en un contexto histórico donde por el sólo hecho de ser mujer se te asignaban tareas de las que estaban eximidas el resto de los miembros de la familia. Lo propio había sucedido con mi abuela, que tenía bien ganado el título de ama de casa, porque se dedicaba a las tareas del hogar con alma  y corazón, todo el día. Mi mamá también, pero tuvo la particularidad de contar con mi padre que tenía otra cabeza y, a pesar de ser la figura proveedora y sostén del hogar, no dudaba en regresar del trabajo y ponerse a hacer lo que hiciera falta: colaborar con las tareas de la escuela, hacer mandado, llevarnos a nuestras actividades extra escolares. Mi abuela no contó con el apoyo de mi abuelo, que a pesar de ser un ser bondadoso y generoso a más no poder, amen de trabajar a sol y a sombra, no pensaba que tuviera que acompañar a su esposa y compar

Acá está escrito mi sueño

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  14 de octubre de 2023      Soñé que mi hijo movía de lugar la puerta de su habitación, esa que permanece siempre cerrada y es un símbolo de su vínculo con el exterior. Yo la veía cerrada, pero más hacia adentro de su habitación, era una imagen prolija, bien hecha, como por un albañil profesional, todos los detalles cuidados, bien terminados. La puerta cerrada pero en otro lugar, desplazada hacia adentro, como achicando el espacio de la habitación. En el pasillo íntimo en el que confluyen el resto de las habitaciones y los dos baños, él había colocado su placard, sacándolo de adentro de su pieza y ubicándolo temporariamente allí. Yo no entendía lo sucedido, porque el mueble estaba atravesado, como en una transición, como si lo hubiera puesto ahí por un rato, hasta tomar una decisión o saber qué hacer con él. El mueble es grande, ocupa toda una pared cuando lo diseñé para la habitación de mi hijo, quería que adentro de él entrara todo lo que él quisiera poner, no sólo ropa porque era e

CUIDAR A LOS QUE CUIDAN

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  Amaneció resfriada otra vez. Pobre mi mamá, le pasa cada vez más seguido, lo que se pone nerviosa seguro. Es común verla con alguna remera vieja que usa como pañuelo cuando los mocos cuelgan sin cesar de su nariz. A veces no está tan mal, y ahí usa servilletas de papel. Aprendí a darme cuenta de tanto verla así, dos por tres, llorando a moco tendido, aunque ella diga que es alergia. A mi me dejan pensando esos ojos rojos, irritadísimos como si se los hubiera refregado con una lija y pienso que en realidad alguna tristeza debe tener que la hace ponerse así. Mi maestra de 5° nos dijo que la gente grande muchas veces está cansada y preocupada, pero no puede quejarse como nosotros, que hacemos cara de fastidio y nos dejan en paz, y hasta capaz te compran algún dulce para consolarte.  A los grandes no los consuela nadie, porque todos tienen sus propios problemas y mal podrían encima ocuparse de los ajenos. Me dejó pensativa lo que dijo la seño, debe ser duro hacer tantas cosas y que enc

El derrumbe

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       La noche recién comenzaba, fresca y joven, burlando la temperatura típica de la época invernal, si  fraccionamos el año en estaciones. Llenó la bolsa de agua caliente por costumbre más que por frío; no podía dormir sin ella desde que comenzaran esos espasmos que desestabilizaban el cuerpo, temblores cíclicos que sobrevenían sin previo aviso, adueñándose de la materialidad que no podía más que soportar estoicamente las heladas agujas hundiéndose en su piel. Si bien era un mal viejo que la acompañaba desde su infancia, se empecinaba en ramalazos furiosos en algunos momentos puntuales, que de seguro tendrían que ver con alguna situación estresante. No pasó demasiado hasta que se levantó de la cama para   buscar en el estante del botiquín el repelente para mosquitos. Por lo general se dormía rápido, salvo que alguna preocupación la aquejara y, en esas circunstancias, podía demorar un poco más en conciliar el sueño, sin llegar jamás al extremo del insomnio, lo cual agradecía cada vez

Fragmentos de un diario raído

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          Apenas acaba de comenzar el julio de este año extraño, intenso, cambiante. Tantas cosas inesperadas han sucedido que siento como si el escenario en el que empecé a actuar mi obra, al despuntar enero, hubiera sido detonado y vuelto a armar, con algunas similitudes pero francamente distinto. Resigné vacaciones de verano por no atreverme a dejar a uno de mis hijos solo, aunque su mayoría de edad me estampe en la cara un probable exceso de preocupación. Depende de donde se mire, mi actitud se fundó en la prudencia. No imagino días de playa y relax al sol con libro en mano mientras en mi afiebrada cabeza repiquetea la angustia, la duda, la culpa. ¿Hasta donde tengo responsabilidad por el mutismo que lo embarga? ¿Que dejé de hacer, qué hice de más? A todas luces, las dificultades que acarreamos están imbricadas en la trama familiar que, en teoría, debería nutrirnos y sostenernos, cual red de equilibrista cuando comenzamos a dar los primeros pasos en la soga de la vida.  ¿Seré nutri