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Mostrando entradas de enero, 2023

EL CAFE

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            L o sé muy bien, no preciso experimentarlo una vez más aunque todos me critiquen por pesimista. Al que trata de ver las cosas en todas sus dimensiones, incluyendo las negativas -término que, por otro lado, no utilizo jamás a menos que esté en diálogo con alguien- la gente lo llama de "mal agüero". A mi parecer, es realismo puro. No, no me digas que son ideas mías, porque eso me enfurece. ¿De verdad no podés reconocer que los seres humanos necesitamos exorcizar lo que percibimos como amenazante y, claro está, la enfermedad y la muerte, primas hermanas por cierto, lo son? En este caso estamos hablando de la reputación, ya sé. Las personas tienen terror a que hablen mal de ellas, porque todos creen los dichos de cualquiera, pero -sin embargo- no cesan de hablar mal, la mayoría de las veces, de otras personas a las que ni siquiera les conocen las intenciones. Bastaría que algo no me guste para dejar de hacerlo, pensas seguramente. Si, pero no funciona así con la gente

Tu madre está bien

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  Y si, Nelly, me dolió, que querés que te diga. Si persisto en negarlo, se me va a atorar en la garganta y en el corazón junto con la montaña inmensa de cosas no dichas, que debería haber expresado en el momento justo, pero no pude o no  quise, vaya uno a saber. Una más no, así que sí, me dolió. Ni siquiera escuchó el único audio que le mandé en todo este tiempo -porque viste que yo siempre escribo, para qué atosigar a la gente con mi voz si puedo detenerme un momento y teclear la frase “hola tía, ¿cómo estás? todos bien, los chicos sanos”-. Mi audio duraba dos segundos, ahí le decía que tenía el covid. Siendo que ella no escribe nunca porque, obvio, es mucho trabajo y opta por atormentar a la gente con audios de 4.5 min para decir algo que podría haber dicho en dos palabras como mucho, ¿no podía perder 2 segundos y escucharme? Pero es demasiado trabajo escribir, claro, como si no lo fuera escuchar esa tortura de audios que manda a mansalva, que, aunque los aceleres igual te martiri

Mezquina

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  Sustrato cruel que atraviesa mi cuerpo rompiendo canales, torciendo los cauces, me duelen los días, las horas, las voces hostigan, calando mis hondos temores. No siento alegría, mis ojos se nublan, no siento la vida, corriendo alocada por todas mis vísceras, alma abandonada,  no siento la cálida brisa, aliciente de tantas jornadas, largas añoradas. Intento asirme a todo lo bello que alguna vez hubo lo puro, lo prístino que enlaza mis tiempos, intento y no logro, balsa desbocada, blandir mis sentires, desplazar el caos.  La fuerza sin vida de brazos inertes es rota y quebrada por quienes abusan, abrasan, expulsan y aplastan las tímidas flores que apenas se asoman lentas, temerosas de ser descubiertas aún frágiles, débiles, con miedo y premura, no osan mostrar aún su perfume temiendo ser presa de tórridos seres que opriman sus aún delicados brotes.

Abstracciones sin patrón

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       A veces sólo quiero jugar, dejar que los colores estallen sin control, se esparzan y hagan lo que quieran, muestren lo que quieran, digan lo que quieran. Como a mi me cuesta decir, hablo a través de ellos, su voz me parece habilitante, la mía no tiene ese poder. Ellos saben lo que hacen, yo apenas atisbo torpemente algunos horizontes que, de tan lejanos, por ahí ni existen o son un espejismo. Pero al menos los colores pueden hablar, y un poco, lo hacen por esa voz tantas veces acallada que se atora en mi garganta. La imagen no conoce restricciones, es lo que es y punto. No le interesa lo que cada uno pueda ver en ella, porque todo eso también forma parte de su ser. En esa inmensidad de significados, no hay reglas que restrinjan ni juicios que opaquen: todo es posible. O casi.