UN DÍA CUALQUIERA
Comenzar a escribir esta historia no es fácil. Atreverse a hablar implica un acto de valentía, por todo lo que el contexto conlleva. Sin embargo, ha de hacerse de una vez por todas. El punto de arranque de lo que preciso decir fue un día cualquiera -no se sabe al amanecer qué nos deparará una jornada, máxime apenas bajamos los pies de la cama en dirección al baño, nuestra primera obligada estación-. Oí que algunos siguen de largo e ignoran la necesaria toilette, allá ellos. Ha de considerarse en el ejercicio de este acto de libertad el perjuicio que le ocasiona a los demás evitar el decoro y higiene necesarios para convivir amablemente. Está claro que muchos subestiman y hasta ignoran a los seres con los que conviven el desagrado que les puede provocar su pestilencia. Allá ellos también. Señora, tome asiento. Gracias querida, muy atenta. Por favor, faltaba más. Vio usted como está lleno el colectivo y nadie se dignó reparar en su bastón para cederle su asiento