CLIMA HOSTIL
Un montón de cuerpos se reúnen en la parada de colectivos. Tienen formas diferentes: los hay toscos, fornidos, con sobrepeso, deformes, ajados, arrugados, mal nutridos, sucios, despeinados, ansiosos, agotados. Ninguna mirada es alegre, ningún cuerpo es feliz. En un fugaz intento de reflexión, me aborda una pregunta ¿cómo simplificar la vivencia de una situación adversa? ¿cómo afrontarla sin desfallecer? Una sensación de fragilidad insoportable sobreviene y me aplasta. La falta de aire se hace sentir con crudeza, empeora el panorama el clima atípico que azota con su ventarrón la cara, los ojos, los oídos. Siento frío, pero más aún percibo el nerviosismo por la inclemencia de una tormenta inesperada que se armó de repente y no se sabe cuánto puede durar. No llueve, ojalá. De ese modo se aplacarían los remolinos de tierra y hojas que se empecinan en golpear el cuerpo y pegarse a él. En ese estado no se puede pensar, sólo se busca pasar el momento lo mejor posible, esperar, resguardarse