MARGA
La ira no tardó en avasallar todos los rincones de su cuerpo. Otras veces se había sentido así, pero esta vez la hondura de la vivencia parecía incrementarse,sobre todo con ciertos sucesos que la privaban de lo primordial: el respirar profundo de las mañanas de su vida. No soportaba más sentir esa tensión en sus músculos ni el dolor que luego se alojaba en la espalda. Si había que seguir sería en otros términos y no dejándolo todo, cómo si no hubiera un mañana, como si todo terminará allí, en esas discusiones estériles cómo los quirófanos. Marga intentó mover las piernas entumecidas por tantas horas de actividad frenética. Ir de aquí para allá, sentándose apenas un rato en algún reborde de un muro, en esa saliente reducida que se detecta en cualquier lado cuando el cansancio sobreviene, y es inminente sentir que el cuerpo se derrumba sin más contemplaciones era moneda corriente. Así eran la mayoría de sus días y a nadie más parecía afectarle, nadie hablaba de las jornadas ext