Fragmentos de un diario raído

    


    Apenas acaba de comenzar el julio de este año extraño, intenso, cambiante. Tantas cosas inesperadas han sucedido que siento como si el escenario en el que empecé a actuar mi obra, al despuntar enero, hubiera sido detonado y vuelto a armar, con algunas similitudes pero francamente distinto. Resigné vacaciones de verano por no atreverme a dejar a uno de mis hijos solo, aunque su mayoría de edad me estampe en la cara un probable exceso de preocupación. Depende de donde se mire, mi actitud se fundó en la prudencia. No imagino días de playa y relax al sol con libro en mano mientras en mi afiebrada cabeza repiquetea la angustia, la duda, la culpa. ¿Hasta donde tengo responsabilidad por el mutismo que lo embarga? ¿Que dejé de hacer, qué hice de más? A todas luces, las dificultades que acarreamos están imbricadas en la trama familiar que, en teoría, debería nutrirnos y sostenernos, cual red de equilibrista cuando comenzamos a dar los primeros pasos en la soga de la vida.  ¿Seré nutricia o más bien tóxica? Si mi hijo no quiere verme, hablar ni escuchar mi voz a través de la puerta de su habitación en la que habita la totalidad de su día, ¿acaso es probable planificar días de descanso, si el desasosiego y la incertidumbre se mantienen clavados como espinas pequeñas pero ponzoñosas sobre la piel? En modo alguno. No obstante, qué ganancia obtuve en perpetuar una guardia silenciosa y sufriente a la vera de su puerta, a la espera de algún ruido, cualquiera sea, un estornudo, una silla que cruje, un vaso que se apoya sobre el escritorio, que me cuente que él está vivo y respira. Qué exagerada, me dirán algunos, él incluso coincidiría. Lo que desconocen los que así juzgan la incesante preocupación que, como dolor punzante, no conoce posición antálgica, es que es del todo imposible aceptar algunos hechos, traducidos en gestos y actitudes, que nos provocan este sentir esquivo y ladino que llamamos angustia. Por eso la rebeldía que siento contra esto que no entra en ninguna categoría por mí conocida,  es mi compañera insoslayable, lo que me mantiene con fuerzas para seguir insistiendo en estar, sumar, contener el padecimiento de alguien que no puede aceptar necesitar de un otro, que reniega a ser amado, que prefiere  ser impenetrable a lo que juzga nocivo  aunque en esa barrera impermeable también queden atrapadas algunas cosas buenas, que ignora que esa trama que sujeta, en alguna medida también soporta y oficia de hilo invisible que, mal o bien, esta ahí, para lo que necesitemos.

Julio 3, 2023.


Hoy estuve en el parque, compartí unas migas de pan con las palomas, salvé a una abeja que había caído al agua del lago de morir ahogada, tuve un ataque de tos por atragantarme con mí propia saliva  y seguí sentada en el mismo banco esperando que el tiempo pase y por el solo mérito de la paciencia, pueda sentirme mejor.

Tal vez sea demasiada expectativa, pero he oído que con paciencia se pueden lograr grandes cosas. Más aún si le sumo la constancia. Perseverar pacientemente es un combo infalible, para el afortunado que puede ejercer ambas virtudes.

 Veo la hoja flotando, calma, en el agua tiesa. Casi no se mueve, pero avanza merced a oleadas de viento que de repente golpean contra el agua. Un verde sigiloso que enmarca la jornada no puede no sentir que el aire lo lastima, ardor descontrolado se apoya en su mirada, deprime y enaltece, alternativamente, no puede no mojar sus pies en la laguna, sumerge su tristeza, su alma y sus alforjas.

Y se apaga mi día y, aunque quedan muchas actividades por hacer, estoy contenta por haber logrado el objetivo que para hoy me propuse:    intentarlo una vez más, pero ensayando otros modos.   

Julio 4, 2023


    A medida que pasa el tiempo, terminaré asumiendo que nadie leerá estas lineas. Me da igual. Hasta creo sentir cierta sensación de impunidad por saber que no seré leída. Un diario íntimo con un candado que no he puesto yo, sino una dinámica que excede los propios deseos de mostrar o no, que se debate entre un anonimato que podría dejar de serlo aunque probablemente muera ignoto. Calma el frenesí de los pensamientos que insisten en empujarse unos a otros, mas no levanta la voz ninguno en particular. No se imponen, sólo perturban con su run-run permanente. Es esa sibilancia apenas audible pero insoportable, cuando cunde el silencio en vez del batifondo. ¿Alguien susurrará? ¿Habrá silencios que digan lo que yo no me atrevo? La vergüenza se enmascara de timidez, pero es una zorra con piel de cordero. Cobarde, por otro lado, porque solapada permanece y en su aparente quietud no para de hacer de las suyas. Se enfada y, disfrazada, se muestra como mal carácter. Se enfunda en las tinieblas y surge como prudencia que no se involucra. Carece de valentía alguna pero se yergue sobre un pedestal como juez y crítica de los disturbios ajenos. Quien lo diría, tan ponzoñosa como modosa. En fin, hoy lo crucé a mi hijo, para mala suerte de él que hace lo imposible para evitar cualquier encuentro. Así que tuve que fingir que no había nadie en la cocina cuando pasé en dirección al baño, sintiéndome una imbécil por seguirle el juego. Dios, qué necedad estoy perpetuando con esta actitud ...cuán estúpida me siento fingiendo que él no estaba allí, que no lo ví y que no me vio, deseando que me vaya pronto y no le dirija la palabra. Tranquilo, hijo. No te voy a hablar si no querés. Podés seguir tu camino como puedas y prefieras, deseando en tu interior que no haya nadie en la casa en la que vivis, y mágica y silenciosamente alguien trabaje para la subsistencia de todos, pague los impuestos y se encargue de la logística necesaria para que todo funcione a gusto y piacere.


    Un poco me alegra no tener lectores, porque me siento en completa libertad para escribir lo que pienso. ¿Quien dirá que no piensa en absoluto en la escucha de un otro cuando se expresa? Eso no existe, en mi opinión, aunque queramos engañarnos al decirlo. Lo cierto es que se suceden los días nublados en el aciago clima húmedo de esta ciudad donde vivo, no digo mía porque no es mi lugar natal ni el sitio en el que me imagino viviendo el resto de mi vida. Ciertamente ha sido y es un lugar donde me hallo, lo cual no es poco, si traigo del baúl de los recuerdos numerosos hechos vividos en Paraná, allí nací según dicen los registros, en los que me sentía totalmente ajena y enajenada de todo y todos. Aquí, al menos, me siento parte de proyectos, de la vida de algunas personas, ¿será el mero paso del tiempo? Quién sabe, pero Mate está mejor, lo siento más activo, sale más de su habitación aunque persiste en no querer cruzar mirada ni palabra con nadie. Creo que tampoco me importa tanto, mientras él esté bien, aunque sé que en algún momento deberá superar esa dificultad de no poder mirar y ser mirado. El cielo permanece gris, como una continuación del asfalto agrietado de las calles, apenas cortado el límite entre ambos por algún árbol rebelde que aún conserva cierto follaje. Es el que resiste, el que se toma el tiempo para desnudarse y entregar sus hojas a la estación que lo envuelve, el que aún se aferra a esos restos resecos de su otrora vitalidad. Es la descamación, el dejar caer, el pelechar de las serpientes, la muda necesaria, aunque en el entretiempo sea incómoda esa transitoria desnudez.


    Comienzo este lunes con toda la merda. Cúmulos de pequeños y medianos contratiempos que me sacan de quicio. A veces, sin embargo, aguanto tanto, cosas súper pesadas y a lo largo del tiempo. Esa seguidilla de malestares, hace eclosión cuando no puedo resistir más la presión de innumerables cosas que me molestan y hacen mal. Tienen que ver con cosas del otro, decepciones y frustraciones que experimentamos en nuestros vínculos, desde un gesto desconsiderado de alguien, una respuesta hiriente, un silencio  cuando esperamos la palabra, una mirada displicente, una actitud indiferente. Ahí salta nuestro contador de cosas buenas que sentimos haber hecho por los demás y nos da como resultado un disbalance, una desproporción en ese toma y daca, que nos y me hace estallar de ira, de enojo, de tristeza. Claro, que esto sucede porque no acordamos estas cuestiones de forma clara, muchas veces. Y, el que no dice, se arriesga a la típica respuesta "es que no me dijiste, no sabía", que muchas veces oculta una ingenuidad increíble y empeora el malestar. Si alguien se encuentra en el piso y respirando con dificultad, y alguien pasa a su  lado o siente el ruido de su caída no puede aducir: "no me pediste ayuda, por eso no me acerqué a preguntarte si necesitabas algo", porque es claro que no siempre es posible manifestarlo con la palabra. Pero cuando se puede, hay que hacerlo, fuerte y claro, que quede constancia de nuestras pretensiones, de lo que nos molesta, de los limites que marcamos. Y esto, extraordinariamente, le hace muy bien a  los demás, ya que lo habilita también a manifestar sus propias demandas al grito de "yo también tengo algunas cositas que decir", cuestiones que la gente habitualmente calla, porque no se siente habilitada a expresar. La queja tiene mala prensa, aunque más que queja sería poner en palabras un malestar que tiene que ver con el otro, con algo que hizo o que no hizo. Tiene un objeto, un fundamento, no es queja vana que, eso sí es otro cantar.

Julio, 10-2023


    Antes de comenzar a escribir, me fijo que nadie haya entrado al blog. Entonces se calman los golpes alocados dentro de mi pecho y compruebo que puedo seguir hablando sin temores. ¿Quien puede decir que no los tiene? ¿quién que  habla desenfrenadamente sin plantearse la escucha del otro? Puede haberlos, aunque no imagino cómo sería la sensación de estar todo el tiempo como si uno escribiera en un diario íntimo, con esa certeza del no juicio, la ausencia de crítica y miradas que desaprueben. Esos gestos, imperceptibles, del que juzga, al oír algo con lo que no comulga, que te hacen sentir desdichado desde el minuto cero. Horrible sensación. Ya quisiera poder ser yo misma (aunque no sepa ni remotamente qué sería eso), decir lo que me venga en ganas y cantarle las cuarenta a varios. Pero no es políticamente correcto, todos lo sabemos y seguimos la farsa, hay que ser moderado, nada de andar diciendo todo lo que nos molesta, no sea cosa que los demás también nos devuelvan el favor y comencemos a construir relaciones más sinceras y saludables. Por favor, faltaba más.

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    El frío extremo de hoy me atravesó los huesos, eso que estoy bien abrigada, con ropa acorde y suficiente tejido adiposo para contrarrestarlo. En definitiva, las cosas son como son y lo único que cabe es ver cómo te las arreglas para sobrevivir, al menos. No obstante, me rebela este imperativo. ¿Qué cosas son y cómo son? Será que me enerva la sangre la pasividad de muchos que se escudan detrás del "es lo que hay", verdad sin cortapisas pero atiborrada de prejuicios, preconceptos, cobardía, indiferencia y miedos de todo tipo. Siento que destila inseguridad la boca de alguien que declara aceptar las cosas como son, siendo que así las han puesto con sus decisiones y omisiones, ¿o acaso las cosas tienen voluntad propia y persiguen un fin por ellas mismas? ¿No serán sido producto y resultado del homo sapiens? Es el ser humano quien se ha organizado en grupos y tomado decisiones respecto de la mayoría de los temas relevantes que le competen, o los que les conviene a algunos más poderosos, entonces ¿hasta dónde cabe hacernos los que aceptamos las cosas como son? no sienten un tufillo a Poncio Pilatos y su lavado de manos descomunal por el simbolismo que nos estampa en la cara nuestra doble vara? Termino el te de jengibre que me recomendó la fonoaudióloga para mi disfonía funcional y me voy a dormir, en mi cama limpia y tibia, bajo el techo de mi casa bien firme, sobre las alfombras de mi piso lustroso, con mi panza bien llena y satisfecha, después de haberme dado dos duchas calientes en este día gélido como pocos, a la temperatura ideal para mí y por el tiempo que quise. Y con tanta comodidad y beneficios, diré con todos o con muchos: bueno, si hay personas durmiendo en la calle en esta noche tremenda de frío, invernal a rabiar, con lluvia azotándose contra el viento que la empuja para cualquier lado, con sus pertrechos hechos sopa, chorreando la apatía de los que dormiremos tranquilos y calentitos, tiritando a más no poder, qué va a ser, es lo que hay. 

Julio 11-2023.


    Cada vez que tengo algún síntoma físico nuevo o que no puedo explicar sin pensar en las posibilidades de malignidad, me asusto y preocupo, en ese orden. Suele suceder que la afección continúe, se haga crónica, pero con esa prolongación viene la tranquilidad de saber que de eso no me voy a morir. ¿Y de qué entonces? Parece insensato, y creo que lo es, que intente burlar la finitud de la vida, esa que viene de la mano de la enfermedad y el envejecimiento,  o de éste sólo incluso. En el ínterin de la incertidumbre, padezco la situación creyendo que tengo algo "malo" que los médicos no están detectando, como tantas veces sucede, de hecho. El que diga "pero, qué hipocondríaca" me hará reír. Cómo no serlo, si conocemos todo el tiempo testimonios de quienes han paseado por innumerables consultas especialistas mostrando sus dolencias, siendo ninguneados o derivados a la nada, por no decir mandados a freír churros por densos. Nadie me lo puede negar, porque lo he escuchado yo misma entre bambalinas, y, cabe aclarar, los profesionales no lo ocultan tanto. El paciente es visto muchas veces como una persona cargosa, fastidiosa, problemática, que en vez de padecer su enfermedad sólo en la tranquilidad de su paupérrima situación socio económica se le ocurre la brillante idea de planteársela a los médicos -para darles trabajo y dinero, de paso- quienes han estudiado -a no olvidarlo- para  coadyuvar en la recuperación del enfermo o, mínimamente, paliar sus síntomas si no hubiera otra cosa que hacer. ¿Saben quiénes eligieron estudiar medicina cuál es el objetivo de su carrera o jamás se lo plantearon? Será que siguen su propio camino, fluyen como la suave brisa en la campiña y cuando viene un baqueano a su consultorio le espetan un "pero ud no tiene nada" y lo fletan sin más. Algo tiene el baqueano, porque nadie va a consultar a un facultativo por amor al arte. Bue, alguno habrá, pero no deben abundar. Los que si abundan son los otros, vestidos de blanco, agraviándose por las vicisitudes del enfermo, que acude con su morral colmado de molestias, síntomas y demás yerbas, esperando ingenuamente encontrar un oído empático con pocas probabilidades de éxito. Además de hipocondríaca soy pesimista, que se le va a hacer. Nadie es perfecto. 

Julio 12-23


    El frío que pasé ayer y hoy no lo puedo expresar con palabras. A pesar del abrigo, el viento y la lluvia empujaban por entrar al cuerpo, aún tibio, como si no fuera suficiente abarcar el extenso territorio del afuera. Querían más, querían todo. No conforme con sobrepasar la barrera  que, sin éxito, pretendía oponerles la ropa, seguían insistiendo en calar más hondo, hasta los huesos, como suele decirse. Quién no ha sentido ese frío intenso, penetrante, duradero, que no se pasa con tomar algo caliente ni frotarse las manos? Quien puede decir que no ha experimentado la desazón que traen las inclemencias más fieras? Ese frío que hiela la sangre, que congela el pensamiento y lo detiene en el instante donde sólo se desea que la tortura gélida termine, que por favor cese en su embate, que de una breve tregua en el estrés al que somete al cuerpo, a cada víscera, al alma misma. El monocromo de la temática lleva a añorar sitios luminosos, tibios, estivales. Habrá que armarse de paciencia y desensillar hasta que aclare.


    Cualquiera diría que sólo escribo cuando estoy mal o preocupada. Así quién  no. Desde el fondo todo fluye, las palabras se entrelazan suavemente, las frases cohesionan sin esfuerzo, la musicalidad de cada idea se plasma fácilmente en el papel, la resultante es tan armoniosa, la vida parece bella leída desde el abismo de la angustia y la desazón. Querer escribir en otros momentos, donde la mar se calma y los furiosos embates de la existencia parecen haber desaparecido parece hasta fútil, un absoluto sinsentido. Porque uno escribe para aliviar las penas, para sentirse mejor. Después, bueno, están quienes tienen otros motivos. Pero si algo tiene la literatura es esa visceralidad del trago amargo que se expulsa y viene a estamparse sobre una hoja blanca e impoluta, estallando en pedazos su pulcritud y haciendo gala de esa manifestación abrupta y vomitiva que, más luego, serán lineas exquisitas por su profundidad sincera. 

Julio 14-23


    Mientras camino hacia el consultorio de la especialista que se encargará de las llagas en mi boca, a la que veré hoy por primera vez y en quien he depositado una desesperada confianza, me encorvo cruzando mis brazos para guarecerme del frío. Nada parece detener su avance, filtra cualquier prenda que lleves puesta como si de pequeñas agujas se tratara, atravesando las superficies que frenan su paso con decisión. Quien pudiera ser asertivo como esas afiladas agujas invernales, determinadas en su paso, sin titubear, derecho al blanco de la piel que intenta cobijarse de su aliento de acero helado.. Me sé vulnerable, por eso el frío -ni lento ni perezoso- arremete con furia despojándome de la homeostasis que intento a duras penas sostener. No hay equilibrio posible en la asimetría que presentan  mi cuerpo enajenado y la cruda estación omnipotente. Ya sé que triunfará, me doy por vencida y ella sabe que me dejo hacer, que me percibo débil, que podrá avanzar sobre mí como el agua turbulenta arrasa el lecho barroso de su vientre, que empujará con fuerza y caeré de bruces, que rogaré que cese en fuerza innata, que doblaré mis piernas, que juntaré mis manos, que pediré una tregua, poder llegar a un sitio tibio, útero manso, acogedor, nutricio. 

Julio 14-23


    Cae el cielo, rompiéndose en infinidad de pedazos, ínfimos todos, imperceptibles, apenas una partícula leve. Sobre mis hombros cansados descansan algunos que han quedado pegados a la piel del saco que me llevo puesto, por puro azar. Las luces de esta tarde destemplada apenas alumbran los contornos de la gente que pasa, a prisa algunos, tambaleantes otros. Miro más a estos últimos, me atraen por el pesar que arrastran a cada paso; podría ser yo y siento culpa por mis privilegios. Hoy en día, estar sano, tener algún billete con el comprar un bocado en la calle y un lugar donde dormir suele ser más de lo que muchos tienen. Me apresuro, no sea que los desvalidos que se multiplican por las calles de la ciudad me endilguen que ostento. Nadie me debe mirar, pero solemos creer que la gente repara en uno y hasta imaginamos que nos critica, por eso tenso los músculos que me dolerán luego cuando me acueste a dormir. Jamás se termina esa ilusión de ombligocentrismo. Mi cabeza no para de transmitir innumerables frases, imágenes, retazos de momentos.

Julio 16-23


Soledad que intuye la noche

y precipitadamente

se apresura a abrir sus brazos,

su aliento húmedo

cubre por completo sus miedos;

Y el vívido candor de la mañana

quién pudiera respirar esa frescura

aliviar sus sienes afiebradas 

por los golpes duros de cada jornada.

Pronto, un sinfín de voces truculentas

se encargarán de acallar la mañana

tan suave y melodiosa, susurra apenas

se asoma lenta.

Silenciarán sus bríos, una y otra vez,

cuantas veces ella lo intente

hasta que, marchita y apagada, ya no quiera nada

todo le de igual.

Pero la mañana, otra vez busca, anhela florecer, despertar,

no puede no ser luz y lucha, 

¿quién sino inflama el aire en el pecho de cada ser, palpitante?

Es la mañana, que se ofrece cándida, plácida, magnánima.

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    Hoy es un gran día, mi hijo me habló para avisarme que iba salir. Me tomó de sorpresa, fue fugaz su frase, casi sin dar tiempo a respuesta alguna de mi parte, bajo la premisa de informar, sin interacción ni diálogo. Me recordó  esa leyenda predeterminada que uno recibe por el teléfono que advierte "no responder este mensaje". Me hace tan feliz que él vuelva a ser el Mate dulce y tierno, con su corazón gigante como una montaña, lleno de bondad. De pequeño era tan dulce de leche, por todos querido, agradable a más no poder, tan lindo estar cerca suyo. ¿Qué te hizo cerrarte así, hijo adorado? ¿Quiénes te hicimos mal de algún modo, para que vos, el ser más luminoso y bienintencionado de la existencia, se vuelva hacia adentro de sí mismo, se proteja para no sufrir? Aunque vos digas que estás bien, que no te pasa nada, mi alma sufre por verte tan aislado, retraído, apocado. Te pido perdón, una vez más, por no saber ni poder evitarte tantos malos tragos, por no poder cuidarte lo suficiente, por tantas cosas...perdón. 

Julio, 17-23


Para no sucumbir  en roncas batallas

huyo, me atrinchero,

moderando fuerzas, repasando horas.

Compongo barreras, se yerguen bien altas,

fornidas, esbeltas, da miedo mirarlas.

Me ocupo en cuidarlas, con ropa y cobijo

sin ellas, ¿qué haría? son mi espacio seguro

trinchera de piedra, baluarte de aire.

Así pasan los tiempos

así miro la vida

así mido a la gente

así engaño a mi alma.

Pero, ¿es que hay otro modo

mas que huir con premura?

Mil modos existen que excluyen la fuga.

Me cuesta creerlo, no hallo la forma,

descarto esa idea, la espina me duele.

¿Quién quiere al dolor si hasta los días le temen?

Digo y me repito: mejor que así sea.

aunque pierda sabores. Pequeña, en los bordes

me guardo, me quedo, apoyo los anhelos, que queden bien quietos

tibia y protegida de gestos de bronce me arrimo con ellos

que ya ni rezongan, de tanto apabullo, se guardan, modestos.

Por doquier se esparcen las miradas tórridas

que sin fin afloran de ojos de hielo.

Alboran, infinitamente, las manos callosas

de vientos espurios.

Mas escucho voces, muy débiles, de otros humanos

a los que también la siega ha tronchado sueños

la marea férrea azotando, firme, sus reclamos mansos,

sus dolores lentos, miradas gastadas, compasión maltrecha.

¿Qué haremos?


20-07-2023

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    ¿Cómo hago y haré para decir lo que necesito, poner el límite que necesito, expresar lo que necesito en ambientes y con personas que no fácilmente y de buen grado respetan y valoran a sus semejantes? Me escucho en este reclamo  y reflexiono: acaso yo puedo validar sin esfuerzo e  intención a quienes me rodean o con quienes interactúo? Cuántas veces usamos, sin detenernos a pensarla, esta frase "los que me rodean"...no subyace a ella un dejo de egocentrismo? Me rodean, soy el eje sobre el cual gira el resto, soy el centro. Si, de mi propio mundo pero no de los demás, por ende, mal puede ese resto, espontáneamente y sin labor alguna, considerar y empatizar con los demás. Es trabajo, esfuerzo, disciplina. Y por que no, bastante determinación.

24/07/2023


    Mientras iba con Gatito en la mochila, pedaleando  a la veterinaria por centésima vez, sentía ganas de llorar, impotencia, decepción y también cansancio y hartazgo. Al revisar mis conductas, mal puedo criticar al voleo sin detenerme a ver qué he hecho para estar en esta situación límite que me angustia y sobrepasa. Dar mucho, darlo todo, entregar hasta la ultima gota, ¿cómo puede ser eso contraproducente? Me sentía más feliz de estar ocupándome de la salud de mi gato que en mi casa con mis hijos. Qué estúpida me siento ayudando a destajo, sin límites, hasta el agotamiento. Pero son mis hijos, no puedo contenerme con ellos, me desespera cualquier cosa que necesiten, me urge asistirlos en todo, brindarles todo, solucionarles sus problemas, estar todo el tiempo disponible, acompañar, contener. Soportar, mal criar.  Alguien dijo: a mayor sobreprotección, mayor indefensión. Es que aprendí  a inmolarme y el sacrificio es mi modus operandi. Habrá que quitarse los pesados ropajes del sufrimiento y cruzar de vereda, para ver las cosas desde otra perspectiva. Tan sólo cruzar la calle y mirar.

27-07-2023


    Suficientes días han pasado desde que todo comenzó. Ni siquiera sé si hubo un punto de partida preciso o una sucesión azarosa de eventos nimios que, encadenándose, coincidieron en agruparse como comadres en desgracia. Uno quiere encontrarle la vuelta, intentando saber cómo empezaron a concatenarse los hechos, pero la memoria hace de las suyas y retiene lo que quiere o lo que puede, o mas bien lo que nuestras prácticas o la falta de ellas la han entrenado a recordar. No puedo saber si lo que me parece que fue, aconteció acaso o sólo es el tumulto de mis pensamientos abrevando en las aguas turbulentas del océano de emociones y sentimientos que me circundan. El tema es que en este enredijo no sé qué sacar en limpio y más bien quisiera dejar de pensar y ya; mas luego caigo en cuenta que mi ingenuidad no tiene límites, ya la tarea de olvidar es imposible a todas luces, porque una vez que abriste la caja de Pandora, agarrate Catalina. Aunque te esfuerces en creer que aquí no ha pasado nada, ha pasado y mucho.  Mas me hubiera valido no husmear por algunos sitios, pero ahora ya es tarde, y numerosas hilachas se fueron colando, enredándose en mi cuello, empujando el aire desde mis pulmones como si no hubiera un mañana. Desesperación diría yo, porque impotencia ya queda corto. Es bueno saber que en esta marabunta no hay quien salga ileso, porque ya lo dice el viejo y conocido refrán: mal de mucho consuelo de tontos,. Quien no ha deseado en el fondo de su corazón no ser el único, no estar solo en el sufrir, que otro humano también haya padecido algo similar vaya que alivia. ¿Quién no lo ha intentado alguna vez? La cosa es que lo que estaba atorado en mi pescuezo ya era insoportable de sentir, me molestaba noche y día y no me dejaba ni respirar tranquila, siempre haciendo sentir su presencia, siempre resoplando en queja constante. Me cansé y empecé a cantar las penas, sin pensarlo, así nomas, a calzón quitado diríamos. Y con las notas emergieron los lagrimones, gruesos y bien cargados, no vaya a ser que una vez que empieza el llanto se quede en la mediocridad de un gimoteo pasmoso; un poco descomprimieron, para que negarlo, aunque la amargura queda, porque esa sí que es difícil de erradicar. Se aferra de lo lindo, mirá si se va a conformar con poco.

09  de agosto de 2023


    Soledad versus amistad: ese interjuego rabioso en el cual basculamos quienes no hemos sido dotados de las habilidades sociales de las que hacen gala los extrovertidos. ¿Quién lo dijo? cuesta precisarlo porque de tanto escucharlo a lo largo de pasillos y veredas, la cuestión se va internalizando, encarnizada, esta pseudo verdad o verdad de quien mira, interpreta y emite un juicio de valor desde su óptica exclusivamente, sin intentar mirada amplia ni perspectivas alternativas. Que se le va a hacer, estamos rodeados de mentes estrechas, visión acotada y unidireccional. Falta de entrenamiento puro y duro.

10-08-2023


    Escribo cada vez más distanciado, la urgencia de hacerlo ha dado paso al suave impulso que no se impone, mas queda dando vueltas, a la espera de una oportunidad. El esfuerzo que comporta hilvanar las ideas y pasarlas en limpio, es suficiente evento desmotivante en muchos casos, salvo que lo imperioso haga uso de sus propias prerrogativas y se abra paso, triunfante. Una rareza.

Hablar en ámbitos ruidosos, sin clima, sin escucha, me resulta cada vez más agobiante. Si bien quiero expresarme, la impotencia y frustración por los continuos stop silenciadores, anuladores de experiencia y sapiencia, asumo que éstos terminan por segar las mejores intenciones. Se imponen continuos esfuerzos para que esa voz suave, que quiere decir algo, no quede tapada en el atolladero de opiniones vertidas a lo loco sin ninguna reflexión. Mi madre dice de mi en mi propia presencia que todo el tiempo estoy cambiando, porque todo me cansa y no me allano con el "es lo que hay". El tono en el que expresa su pensamiento sobre mi es de fastidio, porque yo no me quedo quieta y tranquila y me quejo, y quiero cambiar las cosas que me disgustan, y no tengo paciencia con la pelotudez generalizada. A la vez, encomia la vida inmolada de mi padre, que soportó de forma admirable, a su entender, tantos disgustos y adversidades, sin emitir palabra de desagrado, sin manifestar su malestar. Viste, así hay que ser, nada de estar molestando a otros con sus pareceres y acostumbrándose a lo que hay, sin chistar. Como en la colimba, agregó mi hermano en la tertulia. Ahí si, tenías que portarte bien, comer la basura que ponían en la mesa a guisa de comida, tolerar y reproducir todas las barbaridades y crueldades que estarían proscritas; si existieran manuales de cómo violar los DDHH sistemáticamente y bajo el amparo de la legalidad, esa sí es otro cantar. Cómo no pude aprender a quedarse en el molde, como decía  mi madre, y aguantar callada. Que fracaso de persona persiste en querer cambiar el entorno injusto y adverso, trabaja mancomunadamente por aliviar el dolor que se le impone a los más débiles por parte de los que detentan algún poder y elevar la voz, mediante la escritura y la poesía para denunciar estas prácticas intimidatorias, denigrantes, que otros pretenden naturalizar. Vos movías los muebles de tu casa, ni eso podías dejar quieta, me espetó varias veces. Madre, es que a veces lo único que podía hacer era tratar de acomodar mis ideas y los pocos bártulos del proyecto de hogar que no sé si pude construir, aunque lo intenté. Mis hijos tienen voz, al menos. Es cierto que le reclamo a Mateo su silencio, pero dejaré de hacerlo. No estoy respetando su proceso si insisto en que diga lo que no puede o no quiere. Tranquilo hijo, tomate tu tiempo. Yo mientras tanto, seguiré poemando la vida, con música si puedo.

20 de agosto 2023


En tus ojos podré

ver la brisa en el mar

horizonte lejano

tan extenso tu llanto.

Y si acaso volver

no sea más que un segundo,

todo pasa tan rápido

veloz el césped crecerá

no habrá pena en tu sol.

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En esta inmensidad 

¿dónde hay paz, hermandad?

Las aves volando van

sobre el mar, en libertad.

El aire, escaso va, harto ya de gritar

surge la adversidad

calma, ya pasará.

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Aprende el alma a jugar

rueda y cae, gira

salta y ríe, sin más

nada teme, está en paz.

La sonrisa del mar

fresca brisa esperar.

Sabe que no podrá

resistir sin luchar

ver los brazos flaquear,

pies cansados y el alma.

Las pancitas hinchadas

presas de hambruna franca

pies descalzos, mirada  parca.


07 de septiembre 2023

No tengo ganas de escribir, me da pereza. Es un esfuerzo singular, que para sostenerse debe estar suficientemente espoleado por algún motor que lo impulse. El alimento de mi motivación era la desolación y el dolor. Cuando se aplacan, ya no tengo razón para escribir, se terminan las penas, se adormecen tal vez.

Un poco más, apenas un suspiro, un dejo de ternura, una rápida mirada atenta y todo habrá pasado. El esfuerzo, cuando no está bien dirigido, termina por convertirse en una trampa que los incautos suelen llamar éxito. En absoluto este concepto engloba lo que el sentido común nominaría como triunfo. Es sólo una tarea cumplida, un encargo realizado en tiempo y forma. Sólo eso.

Las persianas de los negocios del centro comienzan a levantarse; al unísono, el canto de algunos pájaros urbanos en los árboles y cornisas regalaban con generosidad sus sonidos floridos.

La ciudad permanece silenciosa, todavía no se siente el estruendo de los autos y colectivos que circularán con el correr del día

El enojo por el día que aún tarda en abrirse sólo cabe si este, por desidia, niega sus luces, mas no procede con la jornada que, imposibilitada de hacerlo, lo intenta, sinceramente.

Por qué enfurecerse con las limitaciones propias de cada quien, cuando exigimos consideración por las nuestras y hasta trato preferencial. Harto privilegio el de quien conserva fuerzas para seguir resistiendo.


29 de septiembre 2023

¿Acaso los días de sol podían brindar alivio a mis dolores viejos? Ningún artilugio había sido útil hasta el momento, he probado esas prácticas  que transmiten los gurúes y los expertos en el alma humana y sus altibajos, que garantizan (según dicen) el éxito y la bonanza, salvó que seas un inexperto practicante y en ese caso, o por incapaz o por pusilánime, la propuesta no funcionaba, quedando bien claro que el problema era tuyo. 

Me dejé ir, caminé sin rumbo. Sólo mover las piernas por inercia, porque era menos trabajo no resistirse y dejarse llevar, adonde sea. El camino que había comenzado a transitar era recto y largo, limpio, sin árboles casi, despejado del verdor de campo que encandila al abrir la ventana de mi habitación.  No me gustaban los senderos llanos, pero a este me llevó una concatenación de hechos, que tornaron indefectible la decisión que de otro modo no se hubiera concretado. Jamás me había planteado irme de allí, bahh más bien había solo fantaseado con no estar más junto a él, pero todo era imaginación pura, sin asidero con la realidad, sin un plan, sin un deseo verdadero de esos que te urgen a pasar a la acción a como dé lugar.


1 de octubre

 Sentada en el asiento trasero del colectivo, veía  subir y bajar a las personas , una tras otra, en una secuencia interminable, todos con las mismas caras fatigadas y el gesto adusto impregnado los surcos de sus frentes.  No vi más q miradas tensas, cansadas en todos los transeúntes que subían y bajaban. Dos hombres, no obstante, llamaban al atención en el frenesí del viaje, se comunican con lenguaje de señas, charlaban van animadamente, sonreían, compartían vivencias. Se notaba que trabajaban juntos, ambos vestían ropa de trabajo similar, pantalón cargo, borceguies salpicados de pintura y llevaban mochilas desteñidas y remendadas.  Se bajaron juntos en el mismo sitio y emprendieron la marcha sin interrumpir la gestualidad que había captado la atención de algunos mientras estaban en el colectivo. 

Es como si te preguntara que querés y la respuesta fuera 'ser feliz'. Hasta molesta de tan obvia. Uno quisiera tener alguna precisión che.


6 de octubre 2023

Tantas cosas tengo para decirme. He sido muy condescendiente conmigo misma y eso no me ha llevado a buenos resultados. Ahora mismo voy a empezar a cambiar esto, si señor, ni mas ni menos que con mí tendencia al enojo y la indignación. Pero, ¿quién me creo que soy? Acaso un ser especial con cualidades únicas para erigirme en juez de los demás? ¿Má, otra vez hablando sola frente al espejo? Es mi momento de catarsis, déjame en paz, mocosa impertinente. Primero aprendé a lavarte la ropa y después atrévete a decirme algo. Habráse visto. Bueh, ¿en que estaba??


8 de octubre

Esa mañana el sol empujaba contra los vidrios de las ventanas, en una urgencia que remitía al verano franco, impiadoso que, sin embargo, aún se encontraba lejos. Me detuve unos instantes en esa sensación de agradable tibieza, pronto abordada por el calor neto. Pensé que aún era agradable quedarse bajo los rayos de ese sol primaveral, pero no mucho más se soportaría ese estado de beatitud. Me disgustaba de antemano anticipar lo que es una constante en mi: pasar tan rápidamente del agrado al fastidio, casi inmediato. Sentí la soledad más tremenda en esa sensación y conjeturé que nadie más padecería esa característica.


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